Las desigualdades de género persisten como un problema sistémico en el campo de la medicina, manifestándose de diversas formas tanto para los profesionales de la salud como para los pacientes. Estas inequidades son particularmente evidentes en las residencias médicas, una etapa crucial en la carrera de los médicos jóvenes.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), especialidades altamente masculinizadas como traumatología, urología y cirugía tienden a tener mayores remuneraciones que aquellas más “feminizadas” como ginecología. Además, los hombres ocupan la mayoría de los cargos jerárquicos en medicina.
Para las mujeres, las residencias médicas a menudo coinciden con su etapa reproductiva, generando tensiones para conciliar la vida laboral y familiar. Como resultado, aunque actualmente se gradúan más mujeres que hombres en medicina, ellas se especializan en menor proporción.
Estas desigualdades también impactan en la atención que reciben las pacientes. Las mujeres pagan hasta un 40% más en atención de salud, tienen más necesidades insatisfechas y realizan más cuidados no remunerados que los hombres. La violencia obstétrica es otro aspecto silenciado pero prevalente, con un 74% de mujeres reportando maltrato verbal o físico durante el parto.
Para abordar estas inequidades, es fundamental implementar políticas y prácticas que promuevan la igualdad de género en las residencias médicas y la atención de la salud en general. Esto incluye igualdad salarial, apoyo para la conciliación trabajo-familia, capacitación en perspectiva de género y protocolos contra la violencia obstétrica. Solo así podremos avanzar hacia un sistema de salud más justo y equitativo para todos.